06 mayo 2009

Antojo



Pude leer un poco... ya no me espantan tanto los Analitica Posteriora... nomás que ahora ya se me olvidó por qué tenía que leerlos... en fin. Entre angustia y angustia por fin salió el cuento (además no puedo dormir... ya saben, la tarea, la tesis, el asesor, los profes, el griego, el latín, el Tomás, el Aristónteles, el Plotis, el Afrodisio... el Danilo... los vecinos aburridos de estar encerrados que a) se mientan la madre y se dictan frases extraídas de película moralina de los cuarentas; b) los vecinos que se quedaron, durante la cuarentena sin televisión y desesperada y sonoramente tratan de reproducirse; c) el vecino del Trombón, d) la vecina del Cello que en vez de ensayar música ensaya reparaciones caseras... comprenderán que no puedo dormir... y pues ahí les va el cuento...)

Antojo
La figura delgada y elástica se alejó unos pasos. De reojo las vio: todas cuchicheaban y se reían. Se acercó poco a poco. Ellas, con un poco de trabajo lo integraron a la conversación. Quería darles un aventón, quería que todas se subieran a su carro y, quién sabe, quizás se dejara convencer de tomar un café o algo más. Pero ya traían carro, y ante el ofrecimiento todas dijeron al unísono ¡no, gracias!
Se subió al carro un poco triste y mientras esperaba a que Insurgentes le permitiera avanzar, por el retrovisor vio el esperpento de carro que traía una de ellas, y como todas se subían haciendo gran alharaca. Se sintió un poco excluido. Y sí, lo habían excluido. Pero lo que no sabía era el porqué… aunque a veces lo intuía: toda la tarde, y la jornada entera del día siguiente sintió miradillas famélicas que lo mordisqueaban por todos lados.
Creyó sentir algunas en la nuca. Primero se le erizó el espinazo, pero luego se fue acostumbrando a las mordidas oculares. Luego sintió como si sus dedos fueran recorridos con lenguas oftálmicas (por más que se trató de convencer de que era el frío, no pudo evitar sentir las manos nerviosas… era como si le quisieran quitar a chupetones la piel de los dedos). Lo sobresaltó después la sensación de que por lo menos una mirada lo recorría del ombligo hasta los muslos. Entonces se levantó por una, dos y hasta tres tazas de café. Los ojos se iban sobre él a dentelladas, como si las pestañas embadurnadas de rimel se lo acabaran a mordidas y luego lo masticaran. Llegó a creerse despeinado… pero no… no… no era para tanto. Quizás por eso tuvo ganas de que se dejaran invitar un café, de dejarse invitar unos tragos. El último día reconsideró sus malos pensamientos y, cuando finalmente lo invitaron declinó la oferta: su mujer lo estaba esperando.
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Dentro del carro todas lo miraban. No podían dejar de hablar de él. Sintieron tristeza cuando su auto se perdió sobre Insurgentes (habrá dado vuelta luego luego, pensó una). Y es que hoy todo era propicio: la luna, la temperatura, que todavía no fuera primavera…
Pero era evidente que el interrogatorio comenzaría con ellas. Seguramente la policía averiguaría con facilidad que fueron las últimas en verlo. El estúpido valet parking las miró a todas de arriba abajo… y aunque no reconociera sus rostros había demasiadas señas de que ellas habrían sido las últimas.
¿Y luego qué hubieran podido hacer con el carro? ¿quién lo hubiera manejado hasta algún lugar escondido donde se tardaran varios días en encontrarlo?
Y cuando dieran con el carro sus huellas estarían por todos lados: el cabello de una, el maquillaje de otra… ni modo de entrar todas con guantes de látex… ¿cómo explicarle que no querían dejar huellas mas que sobre él? Además ya había pasado: alguna vez el hambre había sido tanta que se lo habían comenzado a comer antes de tiempo: habrían dejado sangre desparramada por todos lados.
Llegaron a casa finalmente. Morían de hambre. Se sentaron todas en el sillón. Contemplaron el caldero vacío, pulcramente vuelto boca abajo listo para ser utilizado. La fogata apagada… Bombón salió de quién sabe donde y comenzó a embarrárseles entre las piernas. Una de ellas tomó al gato y lo acostó en sus piernas.
"¡Deja en paz a Bombón maldita bruja hambreada!"
"¡Pues tengo hambre y necesito aunque sea una botana!"
Bombón salió corriendo despavorido, mientras una de ellas le repartía a las otras bolsitas de papas Sabritas, cacahuates y cuanta porquería encontró en la cocina.
“¡Tonta!... casi le arrancas un dedo en plena conferencia…”
“Y tú que dices: estuviste a punto de arrancarle otra cosa…”
“¡Ya cállense las dos!... ya se va a levantar la veda. Además está muy flaco”
“¿Al fin que estaban agrias?”
“¡Cállate zorra culta!”
“No se peleen… ¡es que me truenan las tripas!”

4 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi me encantó el cuento, sobre todo porque cuando era pequeño le tenia miedo a las vampiras,y cuando fui creciendo me empezaron a gustar y después se volvieron el único tipo de mujer que me llama la atención.
Mujeres con ojos de buena y cejas de mala.
Mujeres recatadas y dulces, que se convierten en un demonio cuando la pasión las invade.
Niñas buenas que en el momento adecuado van a morderme y ser mordidas entre quejidos y respiraciones entrecortadas.

Hoy sin duda acompañaría a tus brujas si me convencen de que las motiva la pasión y no un prosaico dolor de tripas.

Saludos

Moscuda dijo...

Casi puedo ponerle nombre a tus personajes. Mas seré prudente. Aún más que una metáfora me parece algo muy plástico emanado de una escena cotidiana... Por cierto, la comida puede ser una pasión y la pasión bien puede alimentar.
¡Me encantó! Punto.
Ah, también esta definición de arriba de las vampiras.

Anónimo dijo...

Chuck Norris destruyó la tabla periódica, porque él sólo conoce el elemento sorpresa.

Esponjita dijo...

Anónimo α: *esponjitta se ha desmayado* *cuando despertó, leyó y releyó y releyó, y cual quinceañera enrojeció y enrojeció... y fue corriendo al espejo a mirar detenidamente sus ojos ¿o eran los de Emily?... total, el caso es que no pudo escribir nada digno... sigue pensando... tartamudeaba... ya ven como es la esponjis*

Prudente Chelo: ¿casi?... ¿me sabes algo o me estás hablando al tanteo? no... mejor no sigo...

Anónimo Norris: jajajajajajajajajajajaja