06 septiembre 2009

De Magistro et de Pulchritudine


1.- De la culpa

Me imagino que estás mirando
(cómo no escribo, cómo no leo, cómo no pienso)
Y en pensando eso, me levanto, voy por el café y
escribo y leo y pienso.
(¡ah! ¡cómo me cuesta trabajo!).


2.- Del feminismo
Les exigimos mucho.
Si no que sean proveedores
(pues nos hemos vuelto feministas)
sí que sean inteligentes
Y profundos, y sensibles,
(¿será que queremos que sean lo que no somos?)
y encima de todo que sean hermosos.
Debiera bastarnos con lo último si,
en verdad,
sólo queremos ejercer nuestro derecho a amarlos.


3.- De lo hermoso
De un hombre primero están las manos.
Luego el modo de moverse.
Luego, quizás, la voz.
O la hermosura de los brazos
que conducen a los hombros
(y a las espaldas)
que un poco equivalen a nuestro tobillo
que los lleva hacia las nalgas.
Y luego los ojos
(dudo mucho que en los ojos
nos diferenciemos unas y otros:
son las ventanas del alma.
Pero ahí ya no hablamos sólo de lo hermoso).


4.- De lo sublime
Erguido del otro lado, habla.
Más allá de la actitud y las maneras
(que son parte de lo hermoso)
surge el destello del alma.
Se deja ir por el acantilado de la idea.
Brilla en sus ojos la chispa que el Eón
puso sobre su mollera.
Hay que hacer, a veces, esfuerzo
sobrehumano,
para no perderse en el color de los ojos
la finura de los dedos,
el perfecto encuadre de la cara.


5.- De la trascendencia
Misterio es, desde el Menón,
el cómo se comunica la idea.
Todavía no se ponen de acuerdo
si la luz de sus palabras
comunica de un lado a otro la llama
o solamente reaviva la que ya era.
Mas, si cuando se ha ido
y se ha retirado de los ojos
el fantasma de su presencia,
sigue empero viva la palpitante idea,
hemos triunfado,
y el magisterio ha conseguido
la trascendencia.

2 comentarios:

Daniel G.G. dijo...

4. y 5 me encantan

Itzel dijo...

Hermosas palabras, hermosa imagen