15 junio 2010

De una Villa y su rosal





Escribir un libro
Plantar un árbol
Tener un hijo

Agustín, lector y buen alumno de Cicerón, soñaba con tener una Villa como aquella donde Tulio escribió sus Tusculanas. Así, en la Villa de Casisiaco Agustín escribió algo así como sus Casisiaquianas: los llamados diálogos filosóficos. Pero el destino (o la divina providencia, para el caso) tenía reservadas muchas aventuras y una larga y agitada vida para el africano. Tuvo que regresar a la patria y dejar la paz de las villae romanas, hacerse burócrata y lidiar con borrachos, disputas políticas, conflictos heréticos. En algún momento, cuenta Peter Brown, Agustín se quejó del trabajo intelectual: por lo menos los obreros dormían de noche.
Las villae teníana un horto o jardín, un impluvium que es donde se recogía el agua de la lluvia, y muchos cubicula, que eran las recámaras de sirvientes y domini. Y de todo eso uno se entera cuando lee el librito Lingua Latina (no el de Varrón, sino el cursito de latín intuitivo que escribió un Danés).
En parte, no es casualidad que Cortés describa en esos términos las casas de los señores mexicas, con sus jardines llenos de rosas… ¿rosas? Sí… y uno francamente se pregunta dónde vió Cortés tantas rosas. Y vayan ustedes a saber si aquella frase de Cuahutémoc sobre acaso estoy yo en un lecho de rosas es una traducción ciceroniana de lo que en realidad dijo el Águila que cae, o algo tendrá que ver con esas rosas que Cortés veía por todos lados.
El caso es que el otro día fui convidada a un convite en una villa mexicana. Tenía su impluvium, sus altos árboles frutales y sus ricos arbustos llenos de frutas y flores. Tenía un suave pasto muy agradable a los pies y una dulce compañía. Y, por supuesto, sus filósofos.
Aquí la aventura digna de contar es que, recién caída la noche, regresamos un grupo de amigos y yo hacia la gran Urbe Monstruópolis. Y una atrissima nube iba pisándonos los talones. En el asiento de atrás venían tres damas, y junto a mí mi fiel guía y copiloto. Entonces se desató la tormenta.
Era una lluvia calidissima pero lo suficientemente copiosa como para que los limpiaparabrisas fueran con mucho sobrepasados. Rayos y centellas caían y de pronto bocanadas de niebla comenzaron a estrellarse contra nuestra visibilidad. Una voz aterrorizada, desde el asiento de atrás, comenzó a decirme: Paloma, dentente… si estás aterrorizada, mejor nos detenemos a tomarnos un café.
Aunque yo no estaba aterrorizada, consideré un segundo sus palabras. Pero esta lluvia se parecía mucho a las yucatecas que no dejan de caer hasta el día siguiente: esperar significaba quizás pasar la noche en el inexistente café 24 horas de un pueblecito en las inmediaciones de Cuernavaca. Además mi fiel corcel jamás me ha fallado, y soy orgullosa hija del As del volante. Por tan poquita cosa no me iba yo a aterrorizar. Seguimos adelante, mientras mi fiel copiloto me ayudaba a mantener tranquilas a las tres damas del asiento trasero, y a percatarme de que íbamos hacia Xochimilco y no hacia Cuernavaca.
Para mi gran fortuna, delante de nosotros iba un prudente automóvil con las intermitentes encendidas. Y así fuimos un largo trecho. Detrás el silencio era sepulcral, hasta que les rogué que por favor continuaran chismeando tranquilamente: yo tenía todo bajo control (la lluvia no era problema sino las tres potenciales histéricas que traíamos detrás).
Finalmente llegamos a la caseta. Vayan ustedes a saber cómo fue que, siguiendo obedientemente las indicaciones de la carretera, acabamos justo en el sentido inverso al que íbamos. La chica de la caseta toda buena onda me indicó cómo evadir la caseta yendo en contrasentido 40 metros sobre la carretera. Y así lo hice. Luego, en una carretera donde está expresamente prohibido rebasar, supe utilizar las lecciones de mi padre para servirme de las indicaciones de un atento trailero, y rebasé, bajo lluvia y con neblina, justo en una curva (los gritos de las chicas de atrás no se hicieron esperar cuando el atarantado de adelante tomó valor de rebasar justo cuando el trailero apagó la direccional… pero no pasó a mayores).
Llegamos a Cuernavaca, dimos varias vueltas por el Centro y llevamos a su casa, sana y salva, a la primera de las tres chicas. Luego llegamos a Monstruópolis, dejamos en casa a las restantes muchachas, y finalmente arribamos a nuestro pequeño domus con sus dos cubicula. El Danilo por fin reconoció que ya manejo tan bien como su mamá, lo que realmente ya es casi como otorgarme el Doctorado cum laude en cuestiones manejiles.
En la mañana me di cuenta de que una de las chicas me había dejado un mensajito en el teléfono: que si por favor podía rescatar su piecito, una ramita que nuestro convidador le había regalado. Y entonces me acordé de aquella planta: es un arbusto que sobresale sobre todos por unas que parecen enormes flores rosadas. Más de cerca es evidente que la verdadera flor es pequeñita y amarilla, pero que las hojas de alrededor se ponen blancas, y los vellitos de las hojas se pintan de rojo generando aquél efecto. Y fue cuando me pregunté si esos serían los rosales a los que Cortés se refiere en las Cartas de Relación cuando describe las ricas y hermosas villae de los antiguos señores mexicanos…

La esponja As del volante.

PD. El 18 de junio es el cumpleaños de Aurora y de Paul McCartney. A Aurora le gustaba mucho cumplir años el mismo día que el Beatle. Y es obvio que en Junio a mi papá le entran tremendas nostalgias. Uno de los recuerdos que cuenta una y otra vez es el día en que nos enseñó a manejar a los tres hermanos. Aquello que mi papá cuenta con gran orgullo es que a ninguno de los tres se nos mató el carro la primera vez que lo arrancamos. Y nuestra emoción fue tal que a las dos de la mañana corrimos los tres a hablarle por teléfono a mi mamá para contarle la extraordinaria experiencia de manejar.

PD2: La lluvia no puede espantarme, y menos cuando es cálida y acompañada de rayos y luces: así como hay rosales que evocan dulces memorias, la lluvia es ícono de mi hermana Aurora, la tlaloque.

PD3: Hoy en la mañana como que me agarró la sensación de ser arbusto de jardín.

2 comentarios:

Alhambra dijo...

Esponja:
Hace mucho que no te leía, y hoy que lo he vuelto a hacer constato que estás bien loca y que tus escritos me resultan muy divertidos, originales y, generalmente, con algún contenido interesante. (Creo que hay ciertas personas que tratan de imitarte pero no te llegan ni a los talones).
¡Muchas felicidades por tu título!
Un abrazo
A

Esponjita dijo...

A:
Un gran abrazo... ¡es tan lindo tenerte aquí!